
Pasa el tiempo y el vídeo de Lizzie Velásquez sigue resonando en mi cabeza y cada tanto vuelvo a él para aprender más sobre mí misma.
Como ella, nací distinta, única y por mucho tiempo pensé que eso me definía. Una cara.
Crecí dentro de una burbuja de cristal, aún sabiendo que era distinta, siempre estuve rodeada por las mismas personas. Fui al mismo colegio desde los 3 años.
Aprendí que era distinta, en la calle, en reuniones con gente que no conocía, me hicieron sentir distinta de la gente. Tal como lo comenta Lizzie de que había gente que se apartaba de ella, a mí me pasó lo mismo, pero sobretodo con la gente en la facultad (Facultad de Psicología) no se sentaba al lado mío.
Lo peor de vivir en mi burbuja fue que todos los que me querían, la aceptaron sin cuestionamiento.
Volviendo al inicio, ¿qué me define? ¿Mi cara?
Decidí que no, decidí que mi cara fuera mi punta pie para hacer un camino distinto, claramente esto no fue de un día para el otro. Me desperté con esa novedad, porque sabía que las operaciones llegaban a su fin y que la perfección no tenía que ser real. Sino que yo debería sentirme perfecta conmigo misma, cómoda en mi piel y aceptarme tal cual soy.
Igual que Lizzie a veces me levantaba, me miraba en el espejo y quería borrar mi “síndrome” y cada día me decepcionaba.
Fueron los años de terapia, la necesidad de sentirme bien aprendiendo cómo maquillarme, cómo vestirme que se tornaron mis refugios. Mis herramientas para enfrentar la vida.
Aprendí a valorarme y apreciarme de la manera más sencilla, conociéndome. Encontrando que es real en mí y qué había creado para el Universo.
De esa manera salí de mi burbuja, desafiándola. Diciéndole que no importaba si mi cara no era lo que la sociedad espera, si mi ropa o si mi osadía no refleja los imaginarios sociales de Argentina de lo que representa ser una mujer. Yo era distinta, y aprendí que eso era mi mayor fortaleza, mi mayor habilidad.
Se sumaron un montón de atributos que me hacían distinta, mi cara es lo más visual, pero todo en mí representa una marca, una impronta de rebeldía. Llamo la atención por todo mi ser, y no solo por una porción.
Me rebelé al estereotipo de mujer, yo decidí que lo que me define como mujer no es Susanita, soy feliz con lo que soy y con lo que tengo. Ser mujer no implica ser madre para mí. Un útero tampoco me define.
Entonces, ¿qué me define como mujer? Mi fuerza, mi espíritu de salir adelante, mi capacidad de vivir con la frente en alto, mi manera de enfrentar al mundo lejos de lo que se espera que sea una mujer.
Lo que me define no es mi cara ni me generó, sino la manera de encarar el mundo gracias a estos dos atributos.
Inspirada y agradecida a Lizzie Velásquez, a #MEGAcirco y a Alejandra Lunik.